Tenía todo lo que deseaba. Su opulencia provenía de su adinerada ascendencia italiana que bien representaba su nombre, Bela Rosa Valastro, quien además poseía una hermosura que dejaba pasmado a todo hombre que tenía cerca. Su entorno materialista era tal que, casi siempre, dejaba a un lado la condición humana de los demás. Se sentía superior a cualquiera y no dudaba en humillarlo si no resultaba de su agrado.
Faltaba poco para la fiesta de graduación de su colegio así que decidió salir de compras con algunas de sus compañeras. Al llegar, se percataron que frente a las grandes e imponentes vitrinas de la tienda se encontraba una chica de condición muy humilde. Llevaba sandalias desgastadas, una cartera usada y ropa desteñida por los años y el abuso del lavado. Aquella humilde muchacha gustaba de pasear por las tiendas viendo atuendos que jamás podría tener, pero que en sus ilusiones vestía con alegría. Así como un depredador huele a su presa, Bela se acercó hasta la joven y le dijo: “Hola, puedo ver en tus ojos lo mucho que te gusta la ropa. En el colegio, como proyecto, nos pidieron que ayudemos a alguien que lo necesitara, y si tú quieres puedes comprar lo que quieras que nosotras pagamos”.
Su ingenuidad no le permitió darse cuenta de la “jugarreta” de la que era víctima. Con entusiasmo se probó todas las prendas que pudo, mientras las colegialas no paraban de reír y de burlarse a sus espaldas.
Bela y las demás pagaron toda la ropa escogida, pero no la de la chica quien al salir junto con ellas y con su bolsa, el sonido del detector alertó al guardia quien se percató de que se estaba llevando ropa sin pagar. “Pero ustedes me dijeron que pagarían”, dijo nerviosa y avergonzada la humilde joven. Bela, sin remordimientos, negó conocerla y rompió en carcajadas que resonaron en el lugar.
La humillada adolescente con lágrimas de rabia arrancó una lujosa cadena de oro del cuello de Bela, lo hizo con mucha violencia y tirándola al suelo le dijo: “Tu belleza será tu maldición”. Luego de eso todas se retiraron.
A la mañana siguiente, Bela despertó angustiada pues aquellas palabras resonaban en su cabeza y no la dejaban dormir. Entró al baño y su impresión la dejó aterrada, en su rostro observó varios granos y su pelo estaba en partes blanquecino por canas que aparecieron misteriosamente. Desesperada corrió al gabinete, se tinturó el cabello y se realizó una limpieza facial. No podía verse mal, pues en la noche era el tan esperado baile. Recuperada, todo estaba listo para la velada. No había descuidado ningún detalle, pues quería ser el centro de atención en la fiesta.
En el baile todos estaban listos para designar a la reina de la promoción. El anfitrión sacó el sobre con el nombre de la afortunada y no fue sorpresa escuchar: Bela Rosa Valastro, nadie podía negar su elegancia. Cuando subió al escenario todos los presentes enmudecieron. La música se apagó, estaban petrificados por lo que estaban viendo. Bela estaba llena de arrugas, granos y canas. Tenía el aspecto de una anciana. El silencio terminó cuando todos empezaron a burlarse de su aspecto. Su llanto no disipó la humillación. Al fondo del salón pudo ver la imagen de aquella joven que días atrás la había maldecido con todas las fuerzas. Después de aquel día la familia de Bela la llevó a los mejores médicos para detectar lo que le estaba pasando, pero nadie pudo ayudarla. Cada día que pasaba era como si envejeciera más. Ni todo el dinero del mundo la salvó de la maldición que la mantiene encerrada en su casa esperando que algún día el hechizo se rompa.