viernes, 12 de abril de 2013

CUENTO: LA MADRASTRA DELALMADA


   
   Ya son dos semanas que no puede conciliar el sueño, Irene Guzmán, a sus 75 años, sufre con los avatares y dolencias propias de la edad, aunque su desvelo tiene un origen  mucho más siniestro. Cada madrugada a eso de las 2:30,  una imagen fantasmal se asoma por su ventana y leve mente toca el vidrio como pidiendo entrar.  Irene Guzmán sabe que no es un sueño porque siente los escalofríos  recorrer su cuerpo. Solo la llegada del amanecer logra disipar  al espectro que  no la deja dormir en paz.  Las horas del día siguiente no pueden ser más angustiantes, vive sola desde que su esposo murió de un ataque  cardiaco. Si nadie había logrado sacarla de su casa, tampoco iba hacerlo  el espíritu que la atormentaba, así que decidió enfrentar a su mayor temor.

   Para la noche había dejado la ventana de su  habitación  totalmente abierta. Se acostó con los nervios alterados y una presión arterial que no jugaba a su favor. El reloj marco la hora acordada. Irene se recogió hasta quedar sentada de frente a la ventana, un viento helado entro congelando el cuarto y el espíritu apareció -- no necesitas tocar, entra -- dijo Irene Guzmán con voz entre cortada. Era un espectro voluptuoso y al acercarse  su apariencia se clarifico como la de una mujer -- soy tu tía Elena, la hermana de tu padre --  aquellas palabras se clavaron en la mente de Irene como alfileres, haciéndola  recordar algo que los años se habían encargado de sepultar en la poca memoria que retenía, o tal vez;  ella  se habría propuesto olvidar.

   Recuerdos de su niñez cuando su mamá apareció brutalmente asesinada y ensacada en la orilla de la perimetral,  que extrañamente su padre Don Teófilo Guzmán se caso con Vilma, la mejor amiga de su madre. Recuerdos de la que se convirtió en su madrastra, de  los ultrajes y maltratos que sufrió por parte de ella y de cómo su familia iba desapareciendo uno por uno hasta el día en que  trato de matarla estrangulándola e Irene  pudo escapar de la muerte. El día en que su padre no le  creyó, a pesar de  las lagrimas que derramo y los moretones en su cuello, y que para sobrevivir tuvo que huir con su tía Elena lejos de aquel infierno.  -- porque me engañas espíritu del diablo aléjate de mí – grito Irene, -- ve al cementerio general, busca la tumba de tu padre, en el rincón de las almas olvidadas –  luego de aquellas palabras el espíritu desapareció.

   Ya en la mañana, decidida a terminar con este suplicio, se dirigió hasta el cementerio, allí encontró en medio de fierros oxidados una carta de su padre que decía: “hija, solo cuando estuve en lecho de muerte descubrí que Vilma, me tenía bajo conjuros diabólicos que segaron mi comprensión, espero que no sea tarde, solo quiero decirte TE CREO. Te quiero mucho hija de mi alma” su longevidad no impidió que llore como niña desconsolada. Después de aquello Irene Guzmán nunca más volvió a cerrar su ventana.

CUENTO: EL CAZADOR DE HUMANOS



    Cerré la puerta de la oficina con violencia. Su impresión al verme me dio risa por el asco que me  provocaba su presencia. No dude ni un segundo en sacar el arma y destaparle la cabeza con un certero disparo que embarro las paredes con su masa encefálica y su horrenda sangre. Sabía que estaba muerto pero sentía deseos de seguir matándolo. Todo esto podría pasar, pero no tengo el valor para hacerlo, aunque en mi mente, mi jefe moría todos los días.

   Fue un día, luego de la jornada laboral, tuve que regresar al trabajo por unos documentos que había olvidado, al llegar; la puerta estaba un poco abierta, escuche ruidos que provenían de la oficina del jefe, decidí asomarme a medias y lo que vi me condeno de por vida. Sobre el escritorio quedaban los restos de lo que fue un ser humano. Las vísceras colgaban de la boca de mi jefe que se complacía con su festín,  chupando los huesos del cadáver que se estaba comiendo. Su aspecto era distinto, una horripilante bestia diabólica, tenía grandes colmillos y garras que le servían para destrozar la carne. Pensé que sería su próxima víctima, pero se detuvo, me miró fijamente y me dejo entrar. Si quería mantenerme con vida debía ayudarlo a saciar su voraz apetito, no tenía opción.

   Al día siguiente era una persona normal, buen jefe siempre lo decíamos, aunque yo conocía a la bestia que vivía dentro de él. A momentos volvían los pensamientos de asesinarlo pero tenía mucho terror. Por las noches me convertí en un cazador de humanos. Me estacionaba en las afueras de bares, discotecas, y cantinas, esperando una nueva víctima. Los engañaba haciendo de taxi ejecutivo. Una vez dentro los drogaba y los llevaba donde el monstruo para que se alimentara, así lo hice noche tras noche, me estaba volviendo loco.

   Cansado de esta maldición que cayó sobre mí, decidí enfrentarme a la bestia, con el valor que otorga la sensación de estar muerto en vida y sin  nada que perder. Deje que terminara su asqueroso banquete, y sin demoras descargue cuantos disparos pude tener en mí revolver, el suelo se abrió y de su interior largas llamaradas arrastraron a la bestia que se retorcía, hacia el inframundo. Mi alivio duro poco cuando un espíritu emergió del infierno y se apodero de mi cuerpo. El mundo de las sombras debía mantener su equilibrio,  pues al matar a la bestia, yo; asumía su lugar en la tierra. Fue cuando descubrí lo delicioso de la carne humana.

CUENTO: CAMINO HACIA EL INFIERNO


  
   

  La carretera parecía que se perdía entre la oscuridad y la espesa montonera de maleza. El sonido de su ofuscada respiración retumbaba en su cabeza carcomiendo la poca conciencia que le quedo luego de matar a su mujer con treinta puñaladas que perforaron sus pulmones y alcanzaron a partir su corazón. En el barrio le decían EL DIABLO, porque donde iba llevaba el infierno consigo. En su mano derecha colgaba el cuchillo que utilizo para ejecutar  a la mujer que había jurado amar, pero que sin ningún remordimiento dejo en la sala de la  casa en medio de un charco de su propia sangre. Mientras caminaba, a lo lejos de aquella carretera baldía se podía divisar un destello de luz, la distancia era muy grande para saber  lo que era,     aunque   el bastardo criminal sabía lo que le esperaba.


   Cada paso que daba aun con sus ropas ensangrentadas lo acercaban más hacia el resplandor que empezaba a tomar un tono maléfico.  A quien bien llamaban El diablo por todos los males que había cometido, estaba a las puertas del mismo infierno. Al llegar, se encontró frente a una multitud enardecida con antorchar prendidas,  que reclaman al maldito asesino. La tarde del crimen los gritos desgarradores de su mujer mientras era asesinada,  alertaron a los vecinos que solo alcanzaron a comprobar el fatal destino de una mujer que vivía su propio calvario.  Aquel fue el último acto abominable que el diablo hacia, pues la gente del pueblo juro que tendrían venganza. 


   Visiblemente cansado, y aturdido, El Diablo se encontraba en medio de un círculo de fuego que habían formado las antorchas, la intensidad del calor empezó a causar efecto y la gente consciente de eso lentamente empezó a cerrar el camino acercando más y más las llamas. Casi cerca, la humanidad del perverso  no podía ser indiferente. El calor empezó a penetrar sus pulmones que se quemaban por dentro, ni si quiera los pataleos del asesino impidieron llevar el fuego hasta su cuerpo, y matarlo en una gran hoguera formada para ese fin. Cientos  fueron  testigos de cómo el propio demonio sucumbía ante el poder de las llamas.  En medio de aquel homicidio una voz de ultratumba declaro vengarse de todos en el pueblo. El fuego consumió todo el cuerpo y el humo que emergió así como el horrendo olor a carne quemada, provoco extrañamente una lluvia que apago los  restos del criminal y baño a todos en ese momento.
Después de aquel día todos los que recibieron la lluvia, murieron paulatinamente, y en eventos por demás espantosos,  la gente decía que era la maldición del diablo que juro vengarse. En poco tiempo el pueblo quedo solitario y la leyenda se tejió en la carretera con un  letrero que    decía:   << CAMINO HACIA EL INFIERNO >>