domingo, 4 de agosto de 2013

CUENTO: MI AMIGO SINIESTRO

Aurora hubiese deseado desde lo profundo de su corazón que los meses de su embarazo fueran la etapa más hermosa de su vida. Sin embargo, la infelicidad parecía empeñarse en hacer de sus días un calvario.
Saber quién era el padre del bebé sería como acertar al número ganador de la lotería, pues trabajaba como prostituta y había perdido la cuenta de los hombres que pasaron por su cama. Nunca planificó a su hijo, pero estaba feliz.

Fue en una noche de invierno, en medio de una violenta tempestad, cuando nació Damián. Aurora vio complacida cómo abría sus ojos descubriendo todo a su alrededor.
Aquella noche los truenos parecían sonar con más fuerza que nunca. “Siento algo extraño en el niño”, dijo doña Olimpia, la partera de confianza de las meretrices. Cuando colocó al bebé envuelto en sábanas junto a su madre se percató de algo perturbador, su cabellera era color rojizo, al igual que el tono de sus ojos, y sus uñas eran extrañamente largas y filudas. Con el tiempo aquellas peculiaridades desaparecieron en Damián, aunque su comportamiento se volvía cada vez más siniestro.

Por las noches, mientras su madre salía a trabajar, quedaba al cuidado de una joven niñera. Para ese entonces ya tenía 5 años. En un momento de descuido, el pequeño desapareció de la vista de su cuidadora, quien desesperada comenzó a buscarlo por toda la casa. “¡Damián, ¿donde estás?!”, repetía angustiada la muchacha.

De pronto escuchó el golpeteo de ollas debajo del mesón. Lentamente caminó hacia el lugar y, cuando abrió la pequeña puerta, vio al niño escondido entre las sombras. “Qué haces allí, casi me matas del susto”, dijo la niñera. “Que no me encuentre, que no me encuentre”, susurraba Damián.
A la mañana siguiente, Aurora se enteró de lo que había sucedido. Intrigada fue a la habitación para ver cómo había amaneciado su hijo. Al entrar, lo halló sentado en el piso conversando como si estuviera con alguien. “¿Con quién hablas hijo?”, dijo preocupada la madre. “Con mi amigo Bill, mamá”.
Llorando lo abrazó y le dijo que solo estaban los dos. De pronto se escucharon pequeños pasos y la puerta se cerró con fuerza. “Ya estamos solos mamá, Billy se acabó de ir”, aseguró. Aurora se erizó del terror. Había escuchado que en ocasiones los niños tienden a crear amigos imaginarios, y que es cuestión de etapas de la edad. Sin embargo, las cosas empezaron a salirse de control.
Días después, a su puerta tocó un vecino, quien preocupado le pregunt
ó a Aurora si no había visto a su cachorro que llevaba horas desaparecido. Ella negó la pregunta y con mucha pena cerró la puerta. En ese instante escuchó el lamento de un perro que provenía del patio.

Descubrió al perro degollado y junto al animal estaba su hijo con un cuchillo de cocina entre sus manos ensangrentadas. “¿Qué hiciste?”, gritó angustiada la madre. “No fui yo mamá, fue Billy”, gritó el niño. Después de aquella horrible escena, la madre entendió que su amado hijo no era el que ella pensaba. Buscó ayuda profesional. Lo mantuvo controlado con medicinas, hasta que llegó a la edad suficiente para darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
Fuerzas malignas controlaban la otra parte del joven Damián. Al cumplir los 15 años sintió cómo su mente traspasó el límite de la razón y se desató el deseo descontrolado por matar. Su primera víctima fue su propia madre. La apuñaló mientras dormía. Cuando la policía llegó al lugar, halló en las paredes, dibujada con sangre, una carita feliz y debajo la inscripción que decía: ‘Hoy nace una nueva persona... Mi nombre es Billy’.